Cuando muera quisiera ser por lo menos un farol que esté ante tu puerta para cubrir de luz la pálida noche. O en el puerto, donde los grandes barcos duermen y las jovencitas se ríen, haría de guardia en un estrecho y sucio canal, y al caminante solitario guiñaría un ojo. En una calle angosta quisiera estar colgado frente a una taberna como farol de hojalata rojo y oscilar entre los pensamientos al viento nocturno con sus cantos. O ser uno al que un niño de ojos desorbitados enciende al descubrir asustado que se encuentra solo y el viento grita a través de las ventanillas mientras afuera los sueños deambulan. Sí, quisiera ser por lo menos cuando muera un farol que solitario por la noche, cuando todo el mundo esté durmiendo, converse con la luna, por supuesto de tú.
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